Friday, November 17, 2006

La encontré y fue Brasil

Mi mujer había tomado la decisión, hace unos años, de viajar y olvidarse, o mejor dejar olvidado, todo el pasado, todo el crudo pasado que le significaba soportar Bogotá. Sin importar su rumbo, llevaba ahorrando todos estos años y ya al fin se iba. Yo no podía más que apoyarla, sus sueños estaban en juego y sus crisis hubieran podido agravarse ante mi negativa o desamparo. Con unas pocas cosas en la maleta, unos dolaretes encamisados entre sus partes intimas agarró un colectivo que la llevara al terminal para empezar su travesía. La idea era llegar a Ecuador, de ahí en adelante Dios proveería.

Recuerdo haberla agarrado de las caderas y haberle plantado un beso lleno de lengua y saliva, y sintiéndola excitada recorrí su delgada vestimenta hasta llegar con mi mano derecha a su excelente busto, donde su pezón, más que yacer, nacía y allí mismo hubiera podido izarse una bandera; con mi mano izquierda busque en zonas australes y encontré su sexo que empapelado por los verdes que se había metido crujía, crujía.

No logramos hacerlo porque ella tenía afán, con su corazón acelerado a más no poder salió a enfrentar su destino, yo me quedé con su aroma entre mis dedos.

Pasaron otro tanto de años y sólo recordaba su aroma en mis dedos que a pesar del sudor, del jabón, del sucio ambiente de la ciudad, permanecía intacto.

Fue sólo hasta hace poco que recibí noticias de ella. Había atravesado medio continente hasta llegar, literalmente, a La Patagonia y se había comenzado a devolver. Esto me lo estaba escribiendo en un extenso correo que yo leía con escalofríos y abundante ansiedad. Cuando estaba en La Triple Frontera dispuesta a pasar a Bolivia y llegar por tierra inca al culo de Colombia, se fue por Iguazú y se perdió en la densa calidez de un país misterioso que le abría los brazos y la apretujaba hasta casi asfixiarla.

Llevaba casi un año entero dando vueltas por São Paulo, Belo Horizonte y Goiania. Dedicada a caminar y aventurarse; estos parajes se habían vuelto aristas de un extraño triangulo que no la dejaban irse pero donde ella también embelezada asumía su presidio. Estaba ahorrando para ir más al norte, más al oriente, costear la playa y llegar a Recife.

Mientras recorría estas notas en su correo, mentalmente, comencé a buscarla. Nunca había salido del país, siempre había un gran pero, un gran sin embargo, un gran incluso. Esta vez no había mucha plata, casi toda se la había dado a ella y la situación no había mejorado pero por buscarla haría lo que fuera. Tomé unas cuantas camisetas y unos calzoncillos, mis otros tenis y un pantalón de dril, no tenía bolsa de dormir pero alisté una chaqueta que tenía, muy gruesa, muy abrigadora. Embutí como pude eso en un morral y con mi mano en la nariz, con su esencia fluyendo de las arrugas de mis dedos, salí disparado hacia el sur, no hacia Ecuador como en principio ella lo hizo, no. Salí en dirección hacia Leticia, estaba decidido a ahorrarme camino, plata y tiempo.

Pasé a Manaos, en una canoita, lo más de cucleta.

- Bon Dia irmão. Você esta agora no Manaus – me decía el canoero con la limitancia de su escasa dentadura y ese humor que tienen todos los canoeros del mundo. Boa sorte e beijos pra sua namorada.
- Brigado – lo abracé y recordé su sonrisa mucho tiempo.

Parintins, Macapá, Belem, São Luis, Fortaleza, Natal, Joáo Pessoa y finalmente Recife.

La busque por todas las ruas y no la ví asumi que todavía no había llegado.

Maceió, Alagoas, Aracaju, Salvador.

La olfateaba y estaba lejos. Aproveché e hice una parada en Salvador porque soy fanático de Tony Bordain, un chef que ha caminado por todo el mundo en busca de la comida criolla y tiene un programa en People and Arts; recordé que el mancito había tenido una parada muito boa en Salvador. Me fiz amigo de Marcos, um cara muito legal que estava me guiando pela cidade. Ja falava uma que outra palavra e minha faz se mixturaba muito bem com as pessoas nativas. Muito bom porque a cerveja ja não era tam cara, feijoada muito mais grande e as mulheres muito mais desvergonhadas.

Seguí, recorriendo toda la larga playa de Bahia, Espiritu Santo y Rio de Janeiro, hasta finalmente llegar a São Paulo.

Por fin la encontré y fui feliz.

Le di un beso y la abracé.

Terminé de leer el correo y me dije que estaba preparado para viajar. Atrás miedos, atrás lamentaciones, atrás disculpas. Brasil me estaba esperando y con él un beso y un abrazo de mi bien amada.