Introduzco el pene en su vulva.
Usted no la lubricado bien y frunce el ceño.
Gruñe, gime y me clava sus uñas fuertemente en los brazos.
El dolor me hace sentir un escalofrío que recorre mi zona lumbar y me excito.
Mi pene, sin verlo, suelta una gota de su gel transparente.
Sigo la cadente penetración y usted grita:
- Malparido, me está rompiendo la cuca!!!
No me importa su queja y ahora cada vez más frecuente, mi pene se introduce en su vulva.
Por fin, un alivio para los dos.
Su vulva empieza a destilar un pestilente lubricante.
Usted sigue clavando sus uñas y yo sonrío de verla excitada.
No hay más reclamos, simplemente una mirada furibunda que me dice que usted está congraciada.
Mi pene sigue concentrado en su síncope.
Exhalo y suspiro fuertemente y casi me vengo por distraído.
Recupero mis fuerzas, mi ritmo y su vulva sigue mascullando mi pene.
- Malparido!!!
- Malparida...
- Malparido!!!
- Malparida...
- Malparidohhh!!!
Se viene y siento que una crema humedece todo el tallo de mi falo.
No espero más y me concentro en venirme.
Recapacito.
No juego más con su órgano.
Me levanto y me voy al baño.
Me estiro el prepucio y me halo esa tripa tensa que desbocada expulsa su semen.
El aire enrarecido por sus excreciones y las mías me permite soñar con su cara llena de manyus.
La miro desde el baño, le sonrío y usted solo murmura:
- Malparido.