La verdad, a veces me considero como Calamaro, y espero se me perdone que pueda estar haciendo creer que esté llegando a unos grados de soberbia inimaginables. No soy Calamaro, ni un en un céntimo de su escencia, tan sólo digo que podría llegar a considerarme como tal desde una perspectiva en particular. Al final, dependiendo de la perspectiva el mundo puede llegar a ser maravilloso, ¿no?
Esa perspectiva es que compongo canciones sin rima, frases apenas ligadas por contexto, con un ritmo cadencioso, con estados confusos de mi psique y, definitivamente, donde entrelíneas hay una persona pidiendo auxilio.
Esta entrada iba a dedicarse al por qué considero que es importante halarse la paja en un domingo lluvioso y futbolero pero en el mientras tanto, una canción de tragicomedia se pasó por mi mente y pude sentirla intensamente en mis piernas.
La gente, en general, debería escribir más canciones, más poesía, dejarse llevar por ese lado sensible que hace sentir rico las piernas. Debería no importarle quién lea sus canciones y ojalá nunca hacerse famoso por esta forma de actuar.
La fama es un estado paranoico, poco envidiable, donde todo el mundo, sin distinción alguna, lee nuestras canciones y se siente con el derecho de criticar, modificar y darle un ajuste especial al texto para que se lea mejor.
Ojalá mañana esté de ánimos para escribir esa idea del pajazo y en el mientras tanto sacarme uno de puro desparche.
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