me
te
y
extraño
gusta
y
mis
te
cuando
pido
besos
olvida
callas
no
lo
malo
porque
que
te
estás
no
tocan
siempre
como
y
es
ausente
lo
bueno
mi
voz
más
ausente
Sunday, April 26, 2009
Saturday, April 25, 2009
Un pensamiento subrayado
Al final sólo me queda su aroma marchito, la sensación tibia casi fría de su existencia, la imagen borrosa de sus curvas y el recuerdo de lo que no fue.
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Friday, April 24, 2009
¡Bah!
De qué me sirve
tenerla
morcilluda
si no puedo
tirármela...
Obvio.
Es muy obvio, tenerla morcilluda es un impedimento per sé para tirármela pero definitivamente es la antesala para tenerla tiesa y ahí sí poder hundírsela.
Pueda que no entienda el término, se lo explico: La verga es un órgano símpatico y particular, folclórico y sin igual. Muchas mujeres dicen que es un estorbo, que es una tripa sin uso y sin función. Es muy posible que sea cierto. Más aún cuando ahondamos en nuestras relaciones asexuadas y cuando más y más homosexuales están controlando la superpoblación humana y nos disponemos a una reproducción sintética en laboratorios y probetas.
La verga tiende a desaparecer, es un instrumento que está caducando y por lo mismo se hace sentir como un órgano melancólico, cursi, torpe y hasta ensoñador, como una de tantas películas que hicieron a Meg Ryan la reina de la comedia romántica en aquellos dulces 90's. La verga necesita recibir una alteración mental o táctil que aumente la respiración, el pulso cardiaco y la presión sanguínea. Que el cuerpo cavernoso empiece a irrigarse más que de costumbre, se elonguen tanto las pelotas como el miembro principal. Luego que la excitación contraiga las terminaciones vasculares y empiece a detener el flujo sanguíneo. Que las palpitaciones aumenten y se sienta una presión extraordinaria. Allí y justo allí, el dedo sin uña, el soldado de casco nazi, el horrendo monstruo de un sólo ojo, el agente Johnson, el tirano, el veintiuno, el tercer índice, el porrón, el pollo, el bombombún de fresa, el jairo, el kojak, el salchicho, el vergo, comience a izar bandera, y allí justo allí, en ese esfuerzo sobre humano, en ese enrojecimiento absurdo, en esa coagulación sexual, morcilla, color morcilla, blando, tonto, se logra ese frágil estado en que a posteriori culmina una erección y la subsiguiente eyaculación.
Mi punto es que tenerla predispuesta para penetrarla ya no es gratificante si al final sólo me queda su aroma marchito, la sensación tibia casi fría de su existencia, la imagen borrosa de sus curvas y el recuerdo de lo que no fue.
Es muy obvio, tenerla morcilluda es un impedimento per sé para tirármela pero definitivamente es la antesala para tenerla tiesa y ahí sí poder hundírsela.
Pueda que no entienda el término, se lo explico: La verga es un órgano símpatico y particular, folclórico y sin igual. Muchas mujeres dicen que es un estorbo, que es una tripa sin uso y sin función. Es muy posible que sea cierto. Más aún cuando ahondamos en nuestras relaciones asexuadas y cuando más y más homosexuales están controlando la superpoblación humana y nos disponemos a una reproducción sintética en laboratorios y probetas.
La verga tiende a desaparecer, es un instrumento que está caducando y por lo mismo se hace sentir como un órgano melancólico, cursi, torpe y hasta ensoñador, como una de tantas películas que hicieron a Meg Ryan la reina de la comedia romántica en aquellos dulces 90's. La verga necesita recibir una alteración mental o táctil que aumente la respiración, el pulso cardiaco y la presión sanguínea. Que el cuerpo cavernoso empiece a irrigarse más que de costumbre, se elonguen tanto las pelotas como el miembro principal. Luego que la excitación contraiga las terminaciones vasculares y empiece a detener el flujo sanguíneo. Que las palpitaciones aumenten y se sienta una presión extraordinaria. Allí y justo allí, el dedo sin uña, el soldado de casco nazi, el horrendo monstruo de un sólo ojo, el agente Johnson, el tirano, el veintiuno, el tercer índice, el porrón, el pollo, el bombombún de fresa, el jairo, el kojak, el salchicho, el vergo, comience a izar bandera, y allí justo allí, en ese esfuerzo sobre humano, en ese enrojecimiento absurdo, en esa coagulación sexual, morcilla, color morcilla, blando, tonto, se logra ese frágil estado en que a posteriori culmina una erección y la subsiguiente eyaculación.
Mi punto es que tenerla predispuesta para penetrarla ya no es gratificante si al final sólo me queda su aroma marchito, la sensación tibia casi fría de su existencia, la imagen borrosa de sus curvas y el recuerdo de lo que no fue.
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Friday, April 17, 2009
¡Bah!
De qué sirve
tirármela
si no puedo
venirme
en su cara...
Introduzco el pene en su vulva.
Usted no la lubricado bien y frunce el ceño.
Gruñe, gime y me clava sus uñas fuertemente en los brazos.
El dolor me hace sentir un escalofrío que recorre mi zona lumbar y me excito.
Mi pene, sin verlo, suelta una gota de su gel transparente.
Sigo la cadente penetración y usted grita:
- Malparido, me está rompiendo la cuca!!!
No me importa su queja y ahora cada vez más frecuente, mi pene se introduce en su vulva.
Por fin, un alivio para los dos.
Su vulva empieza a destilar un pestilente lubricante.
Usted sigue clavando sus uñas y yo sonrío de verla excitada.
No hay más reclamos, simplemente una mirada furibunda que me dice que usted está congraciada.
Mi pene sigue concentrado en su síncope.
Exhalo y suspiro fuertemente y casi me vengo por distraído.
Recupero mis fuerzas, mi ritmo y su vulva sigue mascullando mi pene.
- Malparido!!!
- Malparida...
- Malparido!!!
- Malparida...
- Malparidohhh!!!
Se viene y siento que una crema humedece todo el tallo de mi falo.
No espero más y me concentro en venirme.
Recapacito.
No juego más con su órgano.
Me levanto y me voy al baño.
Me estiro el prepucio y me halo esa tripa tensa que desbocada expulsa su semen.
El aire enrarecido por sus excreciones y las mías me permite soñar con su cara llena de manyus.
La miro desde el baño, le sonrío y usted solo murmura:
- Malparido.
Usted no la lubricado bien y frunce el ceño.
Gruñe, gime y me clava sus uñas fuertemente en los brazos.
El dolor me hace sentir un escalofrío que recorre mi zona lumbar y me excito.
Mi pene, sin verlo, suelta una gota de su gel transparente.
Sigo la cadente penetración y usted grita:
- Malparido, me está rompiendo la cuca!!!
No me importa su queja y ahora cada vez más frecuente, mi pene se introduce en su vulva.
Por fin, un alivio para los dos.
Su vulva empieza a destilar un pestilente lubricante.
Usted sigue clavando sus uñas y yo sonrío de verla excitada.
No hay más reclamos, simplemente una mirada furibunda que me dice que usted está congraciada.
Mi pene sigue concentrado en su síncope.
Exhalo y suspiro fuertemente y casi me vengo por distraído.
Recupero mis fuerzas, mi ritmo y su vulva sigue mascullando mi pene.
- Malparido!!!
- Malparida...
- Malparido!!!
- Malparida...
- Malparidohhh!!!
Se viene y siento que una crema humedece todo el tallo de mi falo.
No espero más y me concentro en venirme.
Recapacito.
No juego más con su órgano.
Me levanto y me voy al baño.
Me estiro el prepucio y me halo esa tripa tensa que desbocada expulsa su semen.
El aire enrarecido por sus excreciones y las mías me permite soñar con su cara llena de manyus.
La miro desde el baño, le sonrío y usted solo murmura:
- Malparido.
Monday, April 13, 2009
Chop Suey
La última vez que le dí un beso, sentí un profundo olor a vegetales salteados. Qué manera extraña de sentir su aliento en el mío.
No digo, ni por un instante, que la sensación haya sido repulsiva, ni tampoco que no me haya gustado, lo que digo es que fue muy divertido encontrar esa asociación de sus labios brindándome cariño de una manera tan elocuentemente sombría. Su lengua se estremecía, sus labios me dominaban y sus dientes me mordían mientras yo saboreaba el wok de soya, pimentón, tomate y cebolla.
Se me hacía agua la boca, se me indigestaba el pensamiento y yantaba su lengua con sabor a especial del día.
En otra ocación, rememoraba sus besos y su tenue sabor a almendras con raíces, quedé exaltado al reconocer que el sabor era mío. Mas sin embargo hoy comiendo, no dejo escapar suspiros al recordar sus aromáticos besos.
No digo, ni por un instante, que la sensación haya sido repulsiva, ni tampoco que no me haya gustado, lo que digo es que fue muy divertido encontrar esa asociación de sus labios brindándome cariño de una manera tan elocuentemente sombría. Su lengua se estremecía, sus labios me dominaban y sus dientes me mordían mientras yo saboreaba el wok de soya, pimentón, tomate y cebolla.
Se me hacía agua la boca, se me indigestaba el pensamiento y yantaba su lengua con sabor a especial del día.
En otra ocación, rememoraba sus besos y su tenue sabor a almendras con raíces, quedé exaltado al reconocer que el sabor era mío. Mas sin embargo hoy comiendo, no dejo escapar suspiros al recordar sus aromáticos besos.
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