Tomado del libro de Martin Amis.
Para entonces ya habían caído los dos primeros botones de la camisa de la muchacha, y el hombre había comenzado a abordar sus muslos con una táctica estudiadamente indirecta. Había enganchado su largo brazo derecho alrededor del cuello de ella, y desde allí seguía movilizando su pecho, mientras con la izquierda alisaba distraídamente su falda negra. La chica desvió sus manos hacia esta nueva amenaza. Se abrió otro botón con un chasquido.
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