Muchas veces hemos escuchado como las mujeres literalmente se derriten por un hombre un uniforme. Esto se ha venido extendiendo a los homosexuales, casi como un estereotipo.
Resulta que hoy puedo dar fe que a los hombres también nos sucede. Yo me derrito por las mujeres en uniforme. Lejos de caer en el cliché, y encantarme las mujeres policia o las enfermeras o las porristas, la idea de este relato nace de la fascinación por las niñas de Blockbuster.
Estas niñas tienen un carisma grandísimo, no son unos bombones, unas hembras despampanantes. Son lindas. Son muy queridas. Me incitan a comprar gaseosa de medias nueves o heladitos de onces. Y era algo general, todas me gustaban, todas eran así, y la verdad la rotación de personal era bastante alta. llegué a pensar que había un tipo de reclutador, un tanto degenerado, que se encargaba de buscar a estas niñas tan especiales; me lo imaginé tan pervertido que hasta su falo estas niñas acudían. Pero no. Descubrí que era el uniforme. Esa camisa de manga corta en tela de jean azul metida perfectamente en ese pantalón de pinzas color caqui, de mediana estatura y zapaticos negros era la clave.
Estas mismas niñas, llenas de carisma y brillo, en traje de civil vuelven a su naturaleza terrestre. Son las mismas saporritas que uno se encuentra en la buseta, en el colectivo o en transmilenio. No hay nada que hacer, soy susceptible al uniforme de las niñas de Blockbuster.
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