Tomado del libro de Juan Bonilla.
...Soñaba en un tiempo en el que los provocadores de deseo pudieran vivir de los derechos de autor, es decir que si te masturbabas pensando en alguien, una bailarina, una transeúnte a la que has visto en cualquier calle, una camarera de local nocturno o tu vecina adolescente, esa persona debería cobrar dinero por prestar su imagen a tus deseos, por utilizarla.
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