Saturday, May 23, 2009

Queso con Bocadillo

Ingredientes:
- Una botella de ron oscuro
- Dos botellas de cerveza

Igual que el queso con bocadillo donde el gusto del excesivo dulce de guayaba es calmado con un sabor seco, graso y cortante de un queso crema, igual sucede con este coctel. No hay vasos lujosos, no hay límites, ni cordura. Por cada trago de ron, uno consecuente de cerveza.

La última vez que lo consumí, la selección Colombia había ganado su primera Copa América. Estuve a punto de visitar los antros lujuriosos de la veintiuna con octava pero una grandiosa mujer esperaba mi semén en su cama.

Coctel Maravilla

Ingredientes:

- Un vaso cervecero previamente congelado.
- Ron Bacardi Limón niquelado (*)
- Una lata de cerveza Holsten Rubia
* Niquelar un trago es poner una botella de alcohol en el refrigerador. Generalmente, los tragos se vuelven jarabes espesos a diferencia del aguardiente que se pone plateado, de allí el verdadero nombre.

Se llena hasta la mitad del vaso con el Ron Bacardi, se completa el resto del vaso con la cerveza.
A pesar de su excelente sabor, se recomienda no tomarse más de tres tragos.

Efectos secundarios:
Si se toma más de tres porciones, el día siguiente puede ser una combinación de sed, un pequeño dolor de cabeza y un guayabo moral inmarcesible por ese lapso enlagunado a la mitad del cuarto vaso y un abrazo a la hermana menor de su mejor amigo.

Bienaventuranzas (I)

En la universidad, hace casi más de doce años, vivía en un apartamento gigantezco al norte de la ciudad. Consumía alcohol, domicilios y mucha televisión. No tenía afán de graduarme y eso me permitía estacionarme en ese gran espacio a fornicar con mis pensamientos.

En aquella época, ya me había separado de mi tercera y pronto llegaría mi cuarta, pero lo verdaderamente importante de ese entonces fue que vivía ansioso por una mujer que me terminó enloqueciendo. Se llamaba Marcela y cómo ven hasta el día de hoy la recuerdo. No tuvimos absolutamente ningún contacto, un beso, una caricia, una cogida de manos. Simplemente, le declaré mi amor y ella se atrevió a malgastarlo.

Dediqué muchos fondos de latas Holsten negra en torno a ella y aunque nunca pude conciliar una explicación de lo que me sucedía, un día un amigo encontró garabateado lo siguiente: "Benditos aquellos que poseen un amor platónico, porque de ellos será el reino del amor verdadero".

Al final, justo cuando estaba quebrando su defensa, ella con tres juanas en la cabeza y yo profundamente embriagado me acosté al lado de ella, temblaba de felicidad porque en cucharitas ibamos a consumar nuestra primera noche juntos, relajé todo incluso mis esfínteres y la oriné con litros y litros de cerveza diluída...

No volví a saber de ella.

Sunday, May 10, 2009

Historia de la Sexualidad (I)

El individuo del siglo XIX recibe un regalo preciado de parte de sus teóricos contemporáneos que reúne sus placeres, sentimientos, sensaciones y sueños tangenciales a ese proceso, antes reproductivo y ahora reconocido como la experiencia de tirar.

De acuerdo con ellos, esa experiencia no está relacionada con mi proactividad de multiplicarme y dejar descendencia. Ansío el día en que uno de mis culicagados llegue al mundo y altere mis calmadas noches de ensoñación para cambiarlas por el dulce placer de verlo crecer como esa tripa fetida y enternecedora que es. Pero eso no tiene nada que ver con cada vez que penetro mi ser en una mujer, sea su vulva, su boca o su ano. Mi búsqueda es más hedonista, más simple, más sencilla: Quiero venirme y que ella se venga conmigo, sentirnos sudorosos, jadeantes, exhaustos y eufóricos, con nuestros genitales humedecidos, nuestras mentes en blanco y nuestras pupilas dilatadas, tratando de encontrar figuras en el techo, intentando borrar esa estúpida mueca, esa sonrisa que parece más una sobredosis de botox que una señal de placer consumado.

Quiero reflexionar sobre mi sexualidad, no para concluir algo específico. No. Sencillamente, me parece importante hacer un alto en el camino, dilucidar el panorama y entender de donde vengo, para donde voy.

La lista comienza con la primera, quien podría resultar ser una verdadera perra, pero no, ella es la segunda. Mi primera experiencia sexual fue con una niña de quince años llamada como una flor, de origen humilde y que estaba encargada de mi cuidado como niñera. Yo tendría entre cinco y seis años y por lo mismo no sería capaz de entender como afectaría ese hecho el resto de mis días.

Obviamente, mi incipiente morcilla no pudo tensarse en ese momento y ella muy bien lo sabía. Me llamó justo una tarde en que se molestaba el chocho y ya perfumado por sus jugos vaginales, apretó mi cabeza contra su estepa. No estaba oscuro pero la luz no entraba en esa intoxicante penumbra. Un olor alcalino y un sabor nunca antes experimentado me llevaron a devorar esa cuca colmada de orin, minúsculos vellitos y el recuerdo de mis faucecitas haciendo gritar esa flor. Alcanzo a recordar unas convulsiones peristálticas en su vientre, un olor aún más poderoso y un sentimiento de vergüenza que la hizo saltar sonrojada como una rosa y la puso a correr alejándose de allí para nunca más saber de ella. Yo, pasmado con mis manos y mi boca untada como si me hubiera acabado de comer un zapote o un dulce, maduro y aromático mango, me quedé esperando una explicación que nunca llegó.

Mi jugo favorito: Mango en leche.

Tuesday, May 05, 2009

Almizcle

Quisiera describir el almizcle.

El almizcle absoluto que interroga mi pensamiento. El almizcle cremoso de mi leche tibia. El almizcle tartamudeante de mi discurso. El almizcle intolerable de mi ira. El almizcle de mis recuerdos en la silla de atrás. El almizcle de mis besos que están cansados de irse en el aire. El almizcle de mis gafas rotas. El almizcle de mis gafas nuevas. El almizcle de mis libros enpolvados por la televisión. El almizcle de mis pensamientos desordenados. El almizcle de una rutina dispendiosa. El almizcle de una galleta recien salida del horno servida por una pastelera que no ofrece leche. El almizcle de mis absurdos. El almizcle de mi cuello cansado de sostener mi cabeza mirando al cielo. El almizcle de tener la razón y usar la razón como única salida al almizcle de mi locura.

Persiste

Tengo una rara sensación en mi boca, es más profunda que mi aliento.
Tengo irritada la garganta y en las noches el frío destroza mi boca.
Un sabor alcalino domina mis comidas y persiste hasta mi descanso.
Carraspeo, toso, paso saliva,
persiste.
Me levanto tomo agua,
persiste.
Doy vueltas, me despierta, me domina,
persiste.
Tengo una rara sensación en mi boca, creo que extraño sus besos.

Sunday, May 03, 2009

Mathilda:


Mathilda, originally uploaded by Vacacion.

absorbió
hoy
no
todo
radiante
obstante
el
sobresale
daño
hoy
su
de
color
quisiera
ese
intenso
desamor
no
más
sin
sabor